TODO QUEDA EN SUSPENSO
Las lágrimas empañan el ocaso.
Llueve desde las nubes de sus ojos
el agua de un tumor inabarcable.
Todo queda en suspenso.
El viento en el portal y las heridas,
el hambre de los niños, su zozobra,
el susurro aturdido, el ojo tumefacto,
la erosión y el ahogo del silencio,
la colada más blanca del inmueble,
el montón de facturas en la mesa.
Todo queda en el aire.
La cifra va aumentando con los días,
la angustia es como un buitre,
vuelan las amenazas por la sala,
recorren el pasillo, lo ensombrecen,
lo alargan y lo acortan a capricho,
la cerradura salta en mil pedazos.
Suspenso y en el aire.
La espera es un martillo neumático
que arrasa las baldosas impolutas,
los pasos amortiguan duermevelas,
desencadenan tempestades y la alcoba
navega a la deriva entre los hielos
del mar oscuro de la muerte.
Eternidad suspensa.
Nadie va a corregirles el asombro,
no se enjugan los llantos con preguntas,
no se comen perdices en los cuentos
sin palabras, sin risas, sin princesas;
sólo mudez contra la sangre, flores,
un mundo gris, tal vez un funcionario.
Aire en suspenso.
Es difícil morir contra uno mismo,
es tozuda la vida y sus encargos,
hay que llenar de abrazos la mochila,
dormir con los abuelos, sonreírles,
consolar, proseguir, examinarse,
cumplir años con tarta y sin historia.
Suspenso y en suspense.
Por ella, por sus gritos apagados,
por tratar de entender la algarabía
con que despierta cada día el mundo;
por si acaso se abriera el horizonte
y lloviera culpables y cordura;
por si fuera la última, por si acaso.
Todo queda en suspenso.
Sobreviven, avanzan, se preguntan
en qué momento el héroe de sus vidas
cambió el columpio por la recortada.
Sienten su culpa, la oyen entre sueños,
echan de menos su caricia blanda;
no pueden entenderlo. No lo entienden.
Carmen Centeno
Palencia, octubre de 2011
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