FOTOGRAFÍA MIREIA JUAREZ |
ALICIA LUNA. Violencia es también la tendencia a ignorar a las mujeres como parte de la sociedad más allá del ámbito doméstico
Violencia de género no puede únicamente quedarse en porrazos e insultos. Violencia es también la tendencia a ignorar a las mujeres como parte de la sociedad más allá del ámbito doméstico. Y es violencia porque resulta violento ver la parcela concedida a la mujer como tema en el cine. Una esposa plancha mientras su marido en paro se adecenta para salir a buscar trabajo. Sí, algunas mujeres planchan y algunos hombres buscan trabajo. Pero también hay mujeres que buscan trabajo y hombres que planchan. Sin embargo no es así como nos lo cuentan en la película La chispa de la vida.
El cine es un arma muy poderosa…, es la primera parte de una frase recurrente en mis clases sobre guión de cine. Y se refiere al efecto poderosamente multiplicador de las imágenes que tienen las historias contadas en el formato audiovisual. Salma Hayek plancha mientras su marido se preocupa por la manutención familiar. El es un hombre activo y ella una esposa pasiva. Esa función de pasividad hoy ejercida por una mujer en la pantalla es lo que resulta violento. El cine es un arma muy poderosa y puede dispararse en contra es la frase completa que repito a mis estudiantes continuamente.
Nader y Simin, una separación, película iraní que analizamos en las clases, refleja a la mujer real en el mundo real. Y nos viene de Irán, gran paradoja. Dos mujeres que mueven el mundo, una porque necesita cambiarlo, la otra porque no tiene capacidad de movimiento dentro de él. Nader quiere una mejor educación y futuro para su hija por lo que necesita salir del país, lo que genera una ruptura familiar. La otra mujer es la contratada para cuidar al abuelo con alzheimer, que atemorizada por el poder de una religión castradora, sin sentido y mohosa, provoca un gran cisma en la historia de las personas que la rodean.
Es también violencia contra un género que una religión no permita vivir en igualdad a una mujer y a un hombre obligándoles, a ellas, a manejar un ritual de vida que coacciona sus realidades cotidianas y constriñendo sus metas como personas. Pero es demasiado cómodo querer creer que eso no ocurre en los países que profesan otras religiones. Es violencia contra un género perpetuar una imagen exigua, anquilosada y pasiva de una parte de la sociedad, las mujeres, que mueven el mundo y esta imagen se perpetúa en nuestros guiones y en las pantallas.
"Los varones, en sus películas, nos convierten en la mujer que ellos sueñan, la sumisa liberada" |
Como guionísta, por ende, escritora, me veo en la obligación moral de controlar el impulso para no hacerme eco del estímulo recibido a través de los siglos sobre la imagen de la mujer.
Curiosamente me he descubierto escribiendo sobre hombres. Hombres protagonistas de las historias que me imagino, pero hombres como me gustaría que fueran de verdad, hombres como en la vida algunos ya lo son. Como por ejemplo el caso de una historia en la que cuento que en el seno de una familia desestructurada pero bien avenida, ella es la que viaja y él quien se encarga de los niños. O sea, no una familia rota si no una familia esparcida. Estos son los personajes de un thriller psicológico que quizá algún día vea la luz. ¿Y por qué, pienso, me ha dado por esto ahora? Creo que la respuesta es porque tengo la imperiosa necesidad de contar lo que me gustaría ver como igualdad en una sociedad que me vende la equidad ya conquistada cuando yo me asomo y todavía la encuentro agazapa en los rincones del temor a replicar. ¡Que esto no es igualdad, esto es un quiero y no puedo! Nos estamos apoltronando en una falsa igualdad.
A menudo veo en películas o series de televisión la cantidad de veces que, llegado el momento del sexo, la mujer se desnuda para realizar una supermamada al hombre que ni siquiera se desabrocha la camisa. Y me pregunto si esta imagen tan poderosa es compartida por el imaginario femenino. Cuando yo, mujer, me imagino una mamada, me la imagino con un hombre que reacciona al tan gratificante estímulo que le ofrezco dándome placer al tiempo que le regalo placer. ¿Por qué en la inmensa mayoría de las películas casi nunca es así? Dexter es una serie de televisión sobre un asesino en serie que a lo Robin Hood asesina a los malos que se libran de las garras de la ley para favorecer el bienestar de la sociedad y el suyo propio, necesita matar por instinto asesino. Dexter, en cuyo equipo de guionistas de las primeras cuatro temporadas trabajaba una mujer, Melissa Rosenberg, era un hombre que vivía con una mujer con hijos de otro matrimonio de los que él a veces se hacía cargo. En la sexta temporada, de repente, aparece otro Dexter, uno que se encuentra con antiguas compañeras de instituto que beben los vientos por chupársela a él sin que apenas haga una mueca de a mí también me gustas, nena. Capítulo escrito y dirigido por dos hombres. Los varones, en sus películas, nos convierten en la mujer que ellos sueñan, la sumisa liberada. Y nosotras aceptamos la intromisión de estas imágenes en nuestro imaginario y permitimos que se conviertan en imaginario compartido también sin más. ¿Por qué? ¿Por qué muchas de nosotras aún no tenemos el valor de contar lo que soñamos y cómo lo soñamos? ¿Es por falta de valor o por descuido de una mirada propia convertida en mirada ajena que aceptamos como propia?
REFERENCIA CURRICULARAlicia Luna es guionista de películas como "Te doy mis ojos", Premio Goya y Mejor Guión Europeo 2004, y "La vida empieza hoy". Dirige la escuela de Guión de Madrid. Ha escrito el libro Matad al guionista y, en breve, saldrá Nunca mientas a un idiota, póker para guionistas y demás escribientes. Es presidenta de la Fundación Lydia Cacho.
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