Explotadas como tema artístico, las mujeres siguen arrinconadas como creadoras en colecciones, exposiciones y compras de los centros de arte contemporáneo
Póster de Guerrilla Girls para denunciar
la exclusión de las artistas en las secciones de arte moderno del Metropolitan
Museum de Nueva York.
Monas. Madonas. Sumisas. Recatadas. O desnudas. Provocativas. Fatales. El
imaginario femenino en los museos oscila entre ambos extremos. En el arco entre
estos estereotipos hay cabida para muchos otros. La mujer, como objeto
artístico, abarrota las colecciones de los museos que, sin embargo, la
ningunean como autora. En los años ochenta, un grupo de artistas de Nueva York
sacó la marginación a la luz con humor, imaginación y rigor. Enfadadas con la
genética discriminatoria del sistema, una decena de creadoras pasó a la acción
y a la clandestinidad bajo el nombre de Guerrilla
Girls. Se parapetaron tras máscaras de gorila e identidades de
artistas fallecidas y se armaron de estadísticas. Unos sencillos cálculos
bastaron para demostrar las obstrucciones: en el arte no había lugar apenas
para mujeres (ni negros).
Para denunciarlo, entre otras acciones, pasearon autobuses con un
gigantesco póster amarillo que enrojeció a los responsables del Metropolitan. ¿Tienen que desnudarse las
mujeres para acceder al Met?, se interpelaba la odalisca de Ingres junto a dos
cifras: las mujeres eran las protagonistas del 85% de los desnudos y las
autoras del 5% de las obras.
“Si el arte no tiene sexo, sin embargo, el sistema del arte sí ha estado —y
sigue estando— marcado estructuralmente por un sexismo que ha discriminado —en
general, sigue discriminando— el talento de las mujeres que trabajan en arte,
entorpeciendo su contribución a la excelencia artística y excluyendo del
criterio de ‘calidad’ parámetros considerados tradicionalmente femeninos”,
reflexionó Rocío de la Villa, profesora de Estética y Teoría de las
Artes en la Universidad Autónoma de Madrid, en el catálogo de
la exposición Heroínas, con la que el Museo Thyssen-Bornemisza rendía tributo a
mujeres fuertes, activas, independientes y triunfadoras en la historia del
arte.
Los datos no lo son todo, pero están para
algo. Delimitan la realidad. Dan las coordenadas neutras de fenómenos y
tendencias. “Lo que se mide, se hace”, proclama la asociación Mujeres en
las Artes Visuales (MAV), que aúna desde 2009 a creadoras,
galeristas, investigadoras, profesoras, conservadoras y críticas hartas de
tropezar por doquier contra el muro de la discriminación. Al igual que las
Guerrilla Girls, atacan con estadísticas (ahí va un ejemplo: las mujeres solo protagonizaron
el 20,5% —baja al 10% si se contabilizan españolas— de las 973 exposiciones
individuales organizadas durante una década por 22 centros de arte en España)
y, a veces, con acciones. “El techo de cristal y el suelo pegajoso siguen ahí.
Las reticencias siguen siendo las mismas”, sostiene la presidenta de MAV y
profesora titular de Educación Visual de la Universidad Complutense, Marián
López Fernández-Cao. Sus radiografías desvelan un mundillo refractario a las
propuestas artísticas firmadas por mujeres. Miren donde miren (se recomienda un
paseo por la infografía de la siguiente página). Apunten: ninguna española ha
ganado el Velázquez de Artes Plásticas (ni sus 125.000 euros) desde que se creó
en 2002 (solo una mujer, la escultora colombiana Doris Salcedo, lo recibió en
2010), el promedio de creadoras en Arco es del 25% (baja a menos del 10% si se
cuentan a las españolas) y en las colecciones permanentes de los museos de arte
contemporáneo figuran un 13% de artistas españolas.
T. C.
En el arte también se reproduce la
estructura piramidal de otros sectores: las mujeres predominan en la base (son
mayoría en las carreras artísticas) y van decayendo conforme se asciende hacia
puestos de responsabilidad o reconocimiento profesional. En 2012, en las
colecciones de museos, había solo un 13% de artistas españolas. Tampoco las
exposiciones temporales individuales muestran cifras más paritarias: las
mujeres no alcanzaban ni el 10% de la programación de 22 centros de arte
durante una década
La presencia de mujeres en las
colecciones de los siete centros de arte consultados por este periódico no
llega al 30% en ningún caso. El Centro Galego de Arte Contemporánea (CGAC), que
cumple 20 años este mes, tiene el mayor porcentaje: 117 mujeres (29%) y 285
hombres como autores de una colección de 1.253 obras. Le sigue el Museo de Arte
Contemporáneo de Castilla y León (Musac), con 23,9% de mujeres en una colección
de 1.687 piezas.
En el Guggenheim Bilbao, son un 17,8% las autoras representadas en la
colección (128 obras). Aunque el Centro Andaluz de Arte Contemporáneo (CAAC)
aplica desde 2010 una política de compras y programación de estricta paridad,
su colección permanente es aún muy desigual: un 13,9% de creadoras de 537. Un
porcentaje similar al del IVAM, que cuenta con un 13,8% de mujeres en su
colección (11.280 obras). Solo el 9,5% de las 5.314 obras del Museu d’Art
Contemporani de Barcelona (MACBA) han sido hechas por mujeres. Un porcentaje
aún menor se registra en el Reina Sofía, según un informe de 2011 de MAV: un 4%
de obras y un 6% de artistas españolas en su colección.
Se compra, se expone y se programa menos obra de mujeres. Además de
resultarles desolador, las afectadas creen que atenta contra el artículo 26 de
la Ley de Igualdad, que pide a los organismos públicos “acciones positivas
necesarias para corregir las situaciones de desigualdad en la producción y
creación intelectual artística y cultural de las mujeres”.
Para recordarlo, MAV escribió en 2012 a los museos públicos mensajes
semejantes: “Su institución está fuera de la ley” y trasladó 14 quejas a la
Defensora del Pueblo sobre incumplimientos. “Si lo vemos incluso desde un punto
de vista económico, el Estado está malgastando el dinero porque son las mujeres
las que predominan en las carreras de Bellas Artes y luego muchas acaban
desistiendo por la falta de oportunidades”, recrimina Marián López. Las mujeres
son el 65% de titulados en Bellas Artes y el 74% en Historia del Arte.
Casi ningún gestor cultural escurre el bulto. Casi todos reconocen que las
mujeres están infrarrepresentadas. También casi todos, excepto el director del
Centro Andaluz de Arte Contemporáneo, Juan Antonio Álvarez Reyes, suavizan la
trascendencia de los datos y ponen el acento en las narrativas feministas
presentes o futuras de sus centros. “Como hemos empezado tarde, las colecciones
de arte contemporáneo en España tienen poco desarrollo y son todavía muy
masculinas. Pero más relevante que el sexo del autor es que las obras puedan
hablar de valores diferentes a los masculinos”, sostiene Bartomeu Marí,
director del MACBA. Para 2014 se reordenará la
colección. El universo dejará de ser androcéntrico: “Pretendemos descolonizar
el museo, romper con esa visión de hombre, blanco y heterosexual”.
En cierto sentido es el camino recorrido ya por el Reina
Sofía, mascarón de proa de la contemporaneidad artística, que
rediseñó su colección e incorporó el feminismo tanto a su narrativa como a las
actividades formativas y de investigación. Se ha roto con la organización
convencional de la presentación de obras de genios (masculinos) y se ha buscado
una narración histórica y cultural para contextualizar las obras. Desde 2008
sus adquisiciones han sido paritarias (46% mujeres y 54% hombres), pero las
cifras de su colección permanente arrastran un notable desequilibrio. “Por
supuesto que faltan”, concede su director, Manuel Borja-Villel, “se han ido
haciendo cosas, pero falta mucho. Aunque las cifras no lo son todo. En los
museos, que responden a estructuras de poder que tradicionalmente son
patriarcales, nos enfocamos mucho hacia las cuotas, pero no deberíamos caer en
políticas autoritarias. Tiene que haber igualdad de oportunidades, pero no de
resultados”.
Tanto Borja-Villel como Marí refuerzan la importancia del discurso
alternativo, que apoyan sobre el feminismo de la diferencia —en contraposición
con la paridad y el feminismo de la igualdad—. En su línea se pronuncia Miguel
von Hafe, director del Centro Galego de Arte Contemporánea (CGAC): “Es
evidente que la presencia de mujeres ha sido minorada a lo largo siglo XX,
también por razones sociales. Pero la cuestión del género no es estrictamente
artística. Si hay un artista que trabaja cuestiones nacionales o feministas es
interesante por su trabajo, pero no se debería valorarle por su nacionalidad o
ser mujer. A veces se confunde el arte practicado por mujeres con el arte
feminista. Cinco mujeres haciendo flores no hacen arte feminista”.
Ninguno de los tres defienden la correlación pareja entre mujeres y hombres
en sus colecciones. “Es que los números cantan, y es necesario mirarlos”,
contrapone Juan Antonio Álvarez Reyes, director del Centro
Andaluz de Arte Contemporáneo (CAAC), único museo que trabaja con
criterios de estricta paridad en programación y compras desde 2010. “Incluso
así tendríamos que estar 20 años comprando obra de mujeres para compensar el
desequilibrio. No se puede cambiar el pasado, pero sí el presente y el futuro.
Los directores y programadores tenemos una responsabilidad y tenemos que
ejercerla”, señala.
Estrella de Diego, catedrática de Historia del Arte en la Universidad
Autónoma de Madrid y crítica de arte, avisaba en un artículo publicado en la
revista Exitbook sobre la pirueta española: “Tal vez hemos pasado directamente
a la posmodernidad sin haber hecho la modernidad”. Ella fue la autora de la
primera investigación académica sobre artistas (La mujer y la pintura en el XIX
español. Cuatrocientas olvidadas y algunas más, publicado en 1987 por Cátedra)
y sigue observando grandes lagunas: “Hay algo disfuncional en el Estado
español. Frente a lo que ha pasado en otros países de nuestro ámbito, esa
primera y elemental fase de reconstruir la historia, recuperar a las artistas y
las imágenes locales, no se ha llevado nunca a cabo de manera sistemática”.
Las mujeres siempre han hecho arte. Con o sin trabas. Las historiadoras
feministas se han encargado de rescatar a las olvidadas. Algunas han llegado a
los museos siglos después de su muerte. “¿Por qué es un problema moderno de tal
magnitud el sexismo en la historiografía del arte?”, se pregunta a menudo Griselda Pollock, directora del Centro de Análisis,
Teoría e Historia Cultural de la Universidad de Leeds, crítica de
arte e historiadora. El mundo que retratan los museos no es insustancial, en
opinión de Marián López: “El museo tiene una huella civilizatoria y educativa
que no puede eludir. Cuando mis hijos entran se dan cuenta de que los hombres
son absolutamente necesarios y las niñas son contingentes”.
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